Laureano Gómez

(1889-1965)

“El político que más me cautivó después de mi padre, siguió siendo mi padre.”
Álvaro Gómez Hurtado

Es considerado, por muchos, como el político conservador más importante del siglo XX, en Colombia, y acaso de toda la política.

Destacado como pensador, pero sobre todo, como tribuno. Sus actuaciones en el Parlamento son legendarias y marcan una época de oro, en una República signada de oradores.

También lo destacan sus actuaciones como periodista, ingeniero, parlamentario, estadista, autor y crítico literario, Presidente de la República, jefe del partido conservador, estratega político, pero sobre todo, paladín en la oposición, que fue contundente y radical, cuando de moral se trataba.

Mientras vivió, y aun después de muerto, su evocación causa escozor entre sus detractores y malquerientes, que, por razones obvias, fueron sus contradictores.

A pesar de sólo haber sido Presidente de la República por 451 días, la impronta que dejó en el país, durante el siglo XX, es inmensa.

Aún retumban los ecos de su oposición a la República Liberal, que constituyeron los presidentes: Enrique Olaya Herrera (1930-1934), Alfonso López Pumarejo (1934-1938) y (1942-1944) y Eduardo Santos (1938-1942).

A él se debe el retorno del partido conservador al poder, en 1946, con Mariano Ospina Pérez, tras 16 años de oposición.

Su presidencia, entre 1950-1951, y el 13 de junio de 1953, dejó bases ciertas en cuanto a la planeación y futuro desarrollo del país, así como un manejo impecable de la economía.

Destacable, su oposición a la dictadura que lo derrocó y expulsó del país, los pactos de Benidorm y Sitges, suscritos con Alberto Lleras, como jefe del partido liberal, que condujeron, sucesivamente, a la caída del régimen de facto y a la creación del Frente Nacional, que fue el sistema que conjuró la violencia partidista, que desde 1932, se había reinstalado en Colombia; el período anterior, desde la guerra de los mil días, había sido, bajo gobiernos conservadores, de una relativa calma, a pesar de haber sido, la violencia política, una constante durante el siglo XIX, y que tuvo, en el siglo XX, el momento más crítico durante “El Bogotazo”, el 9 de abril de 1948, cuando fue asesinado el líder popular, liberal, Jorge Eliécer Gaitán, resultando arrasados el periódico, casa y pertenencias de Laureano Gómez, a la par que murieron asesinados miles de colombianos.

Se le endilgaron diversos apelativos: “el Gran Fiscal de la Nación”, “el Hombre Tempestad”, hasta “El monstruo” lo llamaron, tan despectivamente sus enemigos, como cariñosamente sus amigos.

Franco, categórico, directo, implacable.

Inigualable en el foro, en el discurso y con la pluma, que fueron sus armas preferidas, forjadas sobre una moral cristiana, inculcada por jesuitas vascos, y puesta a prueba en las más difíciles circunstancias, de las que siempre emergió con la dignidad intacta.

El rasgo protagónico de Laureano Gómez en la historia política colombiana es insoslayable.

Citando al libro de la “Imitación”: “Ni porque te alaben serás mejor, ni peor porque te vituperen, lo que eres eso eres”, añadía Gómez:: “He ahí porque no temo a la crítica, sino que antes la suscito y la provoco, yo se que mis palabras, que de verdad desasosiegan y encolerizan a los parásitos que viven de la sabia de la República, encuentran eco en los corazones desinteresados y puros de los nobles ciudadanos. Eso me satisface, eso me basta”.

Es imposible juzgar a Laureano Gómez, objetivamente, sin escudriñar su vida y obra, tanto, como la de sus contradictores.

Para los cultores de todas las ramas del conocimiento humano, sin excluir las ciencias exactas y aplicadas, la alta política, la economía, la filosofía, la literatura, o la religión; para los buscadores del énfasis en la gramática, en la dialéctica, en la retórica, en fin, cualquier amante de la palabra escrita, o del verbo tañido con acento propio, retumbando en el eco de la historia, es el estudio de la vida y obra de Laureano Gómez, una recomendación que los atrapará con una pasión como la que el mismo protagonista le infundió a su vida, para esculpirle a la historia rasgos indelebles.

Ni la ciencia de la física y la matemática, ni la filosofía o la historia, literatura, arte o religión escaparon a su aguda percepción, ni al examen riguroso de su mente inquisidora, y conformaron un carácter como extractado de un drama "shakeperiano", codificado en una lógica binaria de blanco o negro, de verdad o mentira, de sí o no, de prendido o apagado, o como quisieron denigrar sus detractores, apelando a una sentencia de su propio cuño, de "oro y escoria", por lo que, como el poeta Valencia peroraba, "sólo se le podía amar u odiar".

Como “por el fruto se conoce la sepa“, la vida y obra de Álvaro Gómez, hijo de Laureano, es más que el colofón de una gesta iniciada por su padre, un siglo atrás, porque Álvaro añade e imprime su propia impronta, que enaltece el aporte de los Gómez a la historia y a la cultura del siglo XX en Colombia.

El estudio de sus vidas sirve, más que para reconstruir una historia, épica y dramática, para señalarle un camino al futuro.

Quizás, sólo así, hallarán la paz en sus tumbas. Una paz que como pocos merecen, porque ellos fueron demócratas, humanistas, pregoneros y activistas, con consignas de justicia, libertad y orden, quedando la potencia de su pensamiento y el testimonio de su acción, si bien sembrados en el pasado, con una abrumadora vigencia para conjurar el tartufismo moral y ético, tanto, como el subdesarrollo económico, tecnológico y social.

''La experiencia demuestra que en política hay que tener interlocutores para que las ideas y sobre todo, las tácticas progresen.

No importa la categoría de ese interlocutor. Yo creo haberle servido a mi padre como una provocación para la elaboración de sus raciocinios y de sus actitudes."

'' Laureano Gómez fue la medida de la grandeza de su tiempo. No está mal que yo lo diga por ser de su estirpe "

" El modeló el tamaño de la historia en que quiso vivir "

Álvaro Gómez

Biografía de Laureano Gómez

El 20 de febrero de 1889, entre la nueve y las diez de la mañana, en medio de una furiosa tormenta nació, en una casa de la carrera 6ª con calle 6ª en Bogotá, un niño oriundo de una familia venida de Ocaña poco tiempo atrás. El 15 de abril, el párroco de la Iglesia de San Agustín, Carlos Cortés Lee -quien llegaría a hacerse conocer como el mejor orador sagrado de Colombia- derramaba el agua sacramental sobre la cabeza del pequeño bautizándolo con el nombre de Laureano. Hijo de José Laureano Gómez Rincón y Dolores Castro Galvis.

Como un extraño presagio ese niño llegaría a ser famoso por la elocuencia de su verbo y sería reconocido, entre diversos apelativos que le endilgaron a lo largo de su vida, como: el Hombre Tempestad.

A los 8 años de edad ingresa al Colegio de San Bartolomé, regentado por los padres jesuitas, siendo la matemática su principal predilección por encontrar allí espacio para sus abstracciones intelectuales que se inclinaban hacia las ciencias exactas y aplicadas, lo que lo llevó, al salir del colegio, a estudiar ingeniería civil en la Universidad Nacional, graduándose, a los veinte años, el 19 de julio de 1909.

Después se hizo periodista y fundó un diario: “La Unidad”.

En 1911 fue elegido diputado, más tarde representante e invariablemente cada vez que lo quiso, senador a partir de cumplir la edad mínima.

Parte de la visión del mundo que tuvo en su vida y de la elocuencia con que argumentaba sus ideas de “desarrollo económico nacional”, se perciben en el discurso que pronunció en Bogotá el 20 de julio de 1917 para inaugurar la Estación del Ferrocarril de la Sabana y una Escuela de Mecánica anexa.

Y ¿qué mejor, y más fuerte, y más recio aprendizaje que éste, que pone el furor del fuego, la inflexibilidad del acero, la potencia del vapor y la sutil maravilla de la electricidad al arbitrio de un adolescente? ¿Qué más noble empleo de la facultad analítica que investigar los movimientos de los seres animados y las leyes naturales para producir esos ingeniosos mecanismos que han superado en los aires, en la tierra y hasta debajo de los mares a sus habitadores legendarios? ... Como en Grecia la filosofía, en Roma la elocuencia, el arte en el Renacimiento y en la edad novísima la Enciclopedia, preponderan hoy en el mundo la Mecánica y la Química y es obra previsora y sensata como ninguna adaptar a nuestros compatriotas para la urgencia del momento, capacitarlos, para el ambiente caliginoso y acre, para la lucha hercúlea que hoy más que nunca es condición de vida para el hombre.

Aquí se fundirá el hierro, se ablandará el bronce, se templará el acero. De aquí saldrá el utensilio doméstico, la herramienta del obrero, la máquina para la industria. Aquí tendrán su cuna el arado, el telar, la locomotora, la espada. La carne débil encontrará la coraza, el brazo enteco hallará la palanca, la pequeñez humana desaparecerá. Su potencialidad se hará múltiple; su eficacia, indefinida. !Oh mater alma que haz de transformar a compatriotas nuestros de flacos hombres en colosos! ¡bendita seas mil veces!”

(Laureano Gómez, obra selecta, pp. 196-198).

En muchos hitos de la historia colombiana fue plausible la preponderancia que Gómez adquirió como lo demuestra la renuncia de Marco Fidel Suárez a la presidencia de la República en 1921, tras debates promovidos por Gómez en el Congreso de la República. Pero fue a partir de 1932, dos años después de iniciarse una hegemonía liberal, que duraría 16 años, cuando Gómez renunció a la embajada en Alemania y acusó al presidente Enrique Olaya Herrera de reiniciar una violencia política en Colombia, que, según Gómez, no se había vuelto a ver desde la guerra de los mil días. Denunció, además, el “lentejismo” con algunos conservadores sobornados por “gajes y viles granjerías”, para neutralizar la mayoría conservadora del Congreso, como quedó registrado en los debates memorables de 1932, que catapultaron definitivamente a Gómez al primer plano de la vida nacional.

Allí dijo:

“Yo no aspiro a ser el jefe de un partido ni asumir la dirección de las masas. Ya lo he dicho repetidas veces. No quiero que se me siga, ni que se me rodee, ni que se me exalte; estas ya son cosas que han caído de mi espíritu. Sólo me importan los intereses permanentes de la república. Por eso, hoy como ayer, mi voz se levantará contra las cosas grandes y las pequeñas que impliquen un atentado contra las instituciones, sin pensar en los amigos o los enemigos, porque en ese caso podría decirse que obré impulsado por el amor o por el odio”.

“La sola estampa de Laureano Gómez lo hacía inolvidable y lo revelaba terrible. Niño aun yo lo vi dirigirse al Capitolio y creo que pasé mala noche. Rubicundo el rostro. Los ojos verdes hipnotizantes. El hueso frontal del cráneo sobre las cejas sobresaliente. Fornido, cuadrado. Abierto el abrigo y un invariable bastón en la diestra. Los pies un poco vueltos al interior daban a su andar lento y seguro, un aire de gladiador que entra en la arena. Algo de senador romano por su perfil purísimo, pero un no se qué de animal de combate”.

No escaparon a su crítica implacable Alfonso López Pumarejo, quien pasó de amigo personal a enemigo político. Tampoco Eduardo Santos y su ministro de hacienda Carlos Lleras Restrepo, ni Mariano Ospina Pérez, quien, por demás, fue llevado por Gómez a la presidencia en 1948, ni el general Gustavo Rojas Pinilla que, con el apoyo de Ospina, dio el golpe militar de 1953 que puso en el exilio a Gómez, a la sazón presidente constitucional.

La culminación de su vida pública fue hacer viable políticamente, con Alberto Lleras Camargo, el Frente Nacional que tuvo la virtud, entre 1958 y 1974, de despojarle el tinte político partidista a la violencia que, desde 1930, se había reinstalado en Colombia.

Si la voz y la pluma fueron su mecanismo de denuncia es oportuno citar sus palabras:

No odio a nadie

(El Tiempo, 29 de septiembre de 1940. Entrevista publicada en las Páginas Literarias y concedida al periodista Luis David Peña)

"Yo no odio a los hombres. Me limito a presentar hechos que se rozan con alguien. No tengo rencores, no soy apasionado frente a las personas, pero soy irreductible en cuanto se trata de sus faltas.

En este camino no he tenido nunca vacilaciones. El país sabe que jamás me he prestado a combinaciones que puedan ocultar las faltas de los demás. En los regímenes conservadores, a través de ellos, cada vez que se presentó un hecho delictuoso, yo fui el primero en denunciarlo y censurarlo. Nada me importaba que fuera mi propio partido el afectado. Jamás tuve en cuenta la posición de los hombres con quienes se rozaban estos hechos. Siempre abogué por la justicia y ese ha sido y es mi camino. Nadie podrá decir lo contrario. Los gobiernos conservadores sufrieron mi adversidad cada vez que se hicieron acreedores a ella y los gobiernos liberales la sufren con igual intensidad por la misma causa. Mucho más ahora, cuando la situación es aún peor.

Tengo fama de matón; de hombre impulsivo y violento. Yo soy el hombre más tranquilo; la mente más serena; el espíritu más calmado. Hablo y hablo con energía y digo las cosas con franqueza y con claridad y este es el éxito de mi táctica parlamentaria. El efecto que suelen producir mis discursos, se debe precisamente al estilo, al tono y a la claridad con que expongo las ideas, sin tapujos, sin eufemismos y sin contemplaciones. Pero esa táctica parlamentaria no se puede adoptar sino cuando, como en mi caso, no hay intereses personales que puedan afectarse con su uso. Yo no tengo empresas industriales ni estoy afiliado a empresas comerciales, ni tengo negocios, ni tengo ambiciones políticas, ni aspiraciones de ninguna clase. Puedo hablar con franqueza porque nada me obliga a callar; porque no tengo compromiso alguno; porque no pertenezco a ninguna combinación comercial ni política, y, además, porque tengo una vida pública y una vida privada absolutamente limpias, de las cuales nada tengo que ocultar. Mi pasado me da autoridad para emplear esa táctica en que aparentemente soy agresivo, violento y matón".

Cuando Gómez se retiró del Congreso, desde El Siglo prosiguió orientando la política conservadora con mano decidida.

Dijo, entonces, cosas que hoy, sin un solo cambio, podrían repetirse con abrumadora vigencia.

En entrevista concedida al periodista Carlos Grajales Reyes para el Diario del Pacífico de Cali, el 25 de diciembre de 1940:

¿Puede acaso un político como usted abandonar un campo donde se ha batido casi sin interrupción por espacio de treinta años?

-Los motivos para no volver al Congreso son muy sencillos: desencanto y aburrimiento. De muchacho dióme la afición de ir a las barras y conocí bastante el senado donde asistía don Miguel Antonio Caro y la cámara donde hablaban Guillermo Valencia y Oscar Terán. Mi actuación ha sido larga y toda actuación larga aburre al actor y a los espectadores. Esa aburrición no tiene cura, si coincide como es mi caso, con una curva de decadencia de la institución. Como digo, conocí el senado admirable de 1903. Después, en las cámaras a que he asistido, vi trabajar a ciudadanos eminentes que llenaban su cometido de legisladores con un hondo sentido del deber, una real capacidad y un auténtico esfuerzo por producir trabajo útil. Conocí el esmero solícito con que antes se intervenía en la formación de las leyes y lo comparo con el desgaire con que se hace ahora. En el estado a que ha llegado el Congreso la preparación, el estudio, el conocimiento, la demostración, el raciocinio, no tienen cabida. Son inoperantes y baldíos. El Congreso se mueve con un truco y yo conozco el truco. Sé en qué consiste hasta en sus menores detalles: cómo se inicia, en qué forma se desarrolla y la manera como se le hace actuar para conseguir un éxito infalible. Es un truco que yo no puedo emplear por un sentimiento de dignidad personal. De modo que lo que yo he tratado de hacer y tal vez pudiera hacer todavía, no sirve de nada. Y lo que sirve para el éxito parlamentario yo no lo puedo hacer. Sobro. Me ocurre además lo que a algunos niños con los juguetes mecánicos. Se encantan con ellos cuando ignoran el mecanismo que los hace andar; pero si llegan a descubrir el resorte y la ruedita, se aburren y los tiran. Dejo el Congreso con la sensación de que queda atrás algo que no vale la pena, porque está dañado y corrompido hasta el tuétano”.

A principios de 1946 expresó su visión melancólica ante el periodista de Sábado, Lácides Moreno:

“Ahí está la causa fundamental del atraso colombiano que es innegable. Con presupuestos que han sido forzosamente escasos se hubiera podido avanzar en el campo del progreso un cincuenta por ciento más. Este cálculo no tiene ninguna exageración. La incompetencia casi universal de los funcionarios que la disimulan detrás de la actividad electorera; así como las filtraciones, dispendios y desfalcos; malos negocios por incompetencia o favoritismo y contratos leoninos, principalmente por esta última causa, han hecho que el progreso colombiano a duras penas siga el ritmo de crecimiento demográfico de la población. No hemos conseguido dar el gran paso de avance que requiere un país de las características de Colombia”.

(Sábado, febrero 23, 1946.)

En otras ocasiones señalaría:

El sueldo anual del Congreso fue virulento germen de corrupción que el liberalismo inyectó en uno de los poderes del Estado. Abierta la posibilidad de ganar una crecida suma sin trabajar, menudeó el voto de facultades extraordinarias. Por ellas la legislación colombiana, que era un modelo de cultura cívica y un timbre de honor, se transformó en un caos en cuyo seno turbio incubaron y se desarrollaron las especulaciones más desvergonzadas”.

“Un gobierno no necesita de facultades extraordinarias ni de medidas de represión, para administrar con acierto los intereses públicos y sacar ilesa la reputación de sus miembros. Por el contrario, es el debate público y amplio el que permite a los mandatarios honrados aniquilar y destruir las suspicacias de sus enemigos”.

“Sin respeto profundo por la vida humana, sin acrisolada pulcritud de los funcionarios, no puede existir una república honorable y tranquila, pues no se hace cosa distinta de acumular fermentos para más graves descomposiciones futuras”.

“Los partidos tradicionales, en que por motivos ideológicos se había dividido la población colombiana, se han ido transformando, lenta y simultáneamente, en dos compañías anónimas que tienen por industria la explotación del presupuesto”.

“Fue el más elocuente y eficaz de los demoledores. Su noble cabeza, sus ojos inquisitivos, el amplio tórax, los gestos teatrales, el índice acusador, le dieron el tribunado en una República de oradores. Constituyó en el tedio de la gran aldea, un espectáculo formidable y sus triunfos oratorios en la década de los treinta, compensaron a su partido de la pérdida del poder” Abelardo Forero Benavides

De Gaitán

(Entrevista radial el 9 de julio de 1946 a Eduardo Caballero Calderón, codirector del programa “Onda Libre”).

-¿Qué importancia le da usted al movimiento político encabezado por el doctor Jorge Eliécer Gaitán?

Respecto del movimiento que encabeza el doctor Gaitán, hay que distinguir. El doctor Gaitán está inspirado por un alto fervor de justicia social, por un deseo de mejoramiento de los menos favorecidos por la fortuna. En eso lo acompaño totalmente. Pero a ese sentimiento que pudiera decirse vertebral de su actuación, se acompañan ya otras cosas con las que no estoy de acuerdo, especialmente con el procedimiento. En alguna ocasión tuve la oportunidad de decirle a él personalmente la importancia que tendría que desautorizara el empleo de la violencia tumultuaria como arma o como elemento de actividad política. Hablé con él después de los sucesos de Cali contra el doctor Gabriel Turbay, y yo le manifesté, de la manera más expresa, que yo había luchado toda mi vida por la libertad, y que considero profundamente nocivo y perjudicial para el verdadero goce de la libertad, que yo deseo para Colombia, el que se establezca una violencia tumultuaria que seleccione los que puedan salir a una tribuna pública a decir sus opiniones.

El 9 de abril de 1948 asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán. Casi simultáneamente el periódico El Siglo, tribuna de Gómez, es incendiado y totalmente destruido; algo más tarde corre igual suerte su residencia en Fontibón.

¿Aparte de quienes perdieron la vida podría discutirse que yo fui la mayor víctima del 9 de abril?

Acerca de aquellos trágicos sucesos Gómez añadiría:

“¿Qué otra cosa fue en concepto de los hombres imparciales del país y en opinión del universo entero sino un furioso brote comunista largamente planeado desde lejanas capitales marxistas y para cuya ejecución vinieron al país revolucionarios extranjeros de universal nombradía? (Discurso el 2 de noviembre de 1949 25 días antes de ser elegido Presidente).

Gómez viajó a España y nunca más volvió a reasumir la dirección de su periódico, que con mucho esfuerzo hubo de ser reconstruido, por sus hijos: Álvaro, Rafael y Enrique, de entre las cenizas.

Regresó al país, por Medellín, el 25 de junio de 1949. En la plaza de Berrío fue recibido por millares de ciudadanos. En un discurso de saludo, entre otras cosas, dijo:

El basilisco

“El basilisco era un monstruo que reproducía la cabeza de una especie animal, de otra la cara, de una distinta los brazos, y los pies de otra cosa deforme, para formar un ser amedrentador y terrible del cual se decía que mataba con la mirada. Nuestro basilisco camina con pies de confusión y de ingenuidad, con piernas de atropello y de violencia, con un inmenso estómago oligárquico; con pecho de ira, con brazos masónicos y con una pequeña, diminuta cabeza comunista, pero que es la cabeza.; y así tenemos que el fenómeno mayor que ha ocurrido en los últimos tiempos, el 9 de abril, fue un fenómeno típicamente comunista, pero ejecutado por el basilisco. La cabeza pequeña, e imperceptible, lo dispuso, y el cuerpo lo llevó a cabo para vergüenza nacional”.

“Cuando le mostraban al turista la curul de Laureano, pegada al muro, no faltó el visitante que sostuviera que le había sorprendido una ligera fumarola como las del volcán del Ruiz. Los días de sesión tormentosa se extendía la zozobra ... Los ministros le temblaban. Le temblaba el país”. Enrique Caballero Escobar

Laureano Gómez presidente de la República

Elegido Laureano Gómez Presidente de la República, para el período constitucional 1950-1954, solamente pudo ejercer durante 14 meses entre 1950 y 1951. Durante este tiempo se llegó a llegó a tener la inflación más baja de la historia. Se instauró la paridad de la Justicia y se proyectó una reforma educativa. Se impulsó radicalmente la planeación con la creación de un Comité de Desarrollo Económico y una Oficina de Planificación, dependiente de la Presidencia. Se creó el Plan Vial Nacional y se construyó el ferrocarril del Magdalena. Nacieron empresas neurálgicas para el desarrollo del país como: el Ministerio de Fomento, Ecopetrol, el Dane, además se terminaron y empezaron obras públicas, algunas inauguradas por la dictadura como: el Hospital Militar, el Hotel Tequendama y la Autopista Norte, así como el primer gran multifamiliar de Bogotá y el país: “El Centro Urbano Antonio Nariño”; se hizo la primera reforma substancial al Banco de la República y en lo anecdótico el arquitecto Le Corbusier sintetizaba, por entonces, el diseño de la futura Bogotá, el país nacía a la ciclovía con la primera vuelta a Colombia en bicicleta ganada por Efraín Forero, en el año de 1951, en que Millonarios fue campeón, con un equipo encabezado por el legendario Di Stefano, iniciándose la época del Dorado del fútbol colombiano. La nación prosperaba.

Gómez suprimió impuestos, mantuvo creciente superávit fiscal, y la canasta familiar bajó de precio en el período transcurrido entre su posesión como presidente y su retiro por enfermedad.

Sólo la violencia política que arreciaba, con la creación de la guerrilla, especialmente en el Tolima y los Llanos Orientales, ensombrecía aun más un panorama de violencia que había brotado con la persecución y muerte de conservadores, en los Santanderes y Boyacá, denunciada puntualmente por Gómez y que durante los 16 años de hegemonía liberal prosiguió, teniendo su clímax el 9 de abril de 1948, durante la presidencia de Ospina Pérez.

El 20 de julio de 1951, al dar cuenta de su gestión durante el primer año de gobierno, Gómez dijo:

“Con toda sinceridad de mi espíritu presento el panorama nacional a la consideración de los buenos y nobles colombianos, que forman la unanimidad moral de nuestro pueblo. Todo en la república es favorable en le hora actual, con excepción de las llagas que al cuerpo de la patria infiere el resentimiento político. No fuera por esas heridas, Colombia podría contarse entre las naciones más promisorias de una prosperidad evidente. A los visibles beneficios obtenidos de la mano de Dios en el último año, pidámosle que quiera ablandar el duro corazón de quienes están derramando sangre de hermanos”.

En el mundo estallaba entonces la guerra de Corea, un país pobre, mucho más que Colombia, donde murió más de un millón de coreanos y donde Colombia combatió con un contingente de patriotas. Después de esa guerra Corea siguió siendo más pobre que Colombia pero a partir de la década de los 60, cada vez menos y menos, hasta alcanzarnos después de 1974, y empeñados en una política de desarrollo, que Colombia ha venido evadiendo porque un hijo de Laureano Gómez (aparece en imagen Álvaro Gómez Hurtado susurrando en la otra pista de audio “mi revolución es el desarrollo”) abanderó, hoy figura con Japón como uno de los dos grandes dragones de Oriente.

El 13 de octubre de 1951, durante una revista en la Base Aérea de Palanquero, el presidente Gómez sufre un síncope cardíaco que lo reduce al lecho. El 5 de noviembre asume, el Primer Designado, Roberto Urdaneta Arbeláez.

El golpe militar y el Frente Nacional

Laureano Gómez estuvo en el poder como gobernante titular 451 días. El último de los cuales fue el 13 de junio de 1953 cuando al retomar la presidencia destituyó al general Rojas como comandante de las Fuerzas Armadas, por violación de los derechos humanos en la persona de un distinguido ciudadano. Rojas, mediante golpe militar, lo forzó al exilio, expulsándolo con escolta militar hacia Nueva York, para, finalmente, terminar radicado en España. Allí fue a buscarlo Alberto Lleras Camargo para pactar en Benidorm y Sitges el acuerdo bipartidista, que dio al traste con la dictadura, inaugurando el Frente Nacional que tuvo al mismo Lleras Camargo, por voluntad de Gómez, como el primer presidente para el período de 1958-1962.

Al darle posesión Gómez dijo:

“Con cuánta alegría, con qué fervor tan íntimo, arrancado del fondo del corazón, preconizamos la concordia entre los colombianos, habituados y estimulados a despedazarse los unos a los otros. !Cuánto más grato es que de nuestros labios salgan palabras de amistad, de fraternidad, de colaboración y simpatía y no amargas voces destinadas a encender rencores y a promover discordias estériles! Todos nos hemos equivocado; pero la dura mano que nos oprimió nos hizo comprender nuestro yerro y nos decidió a volver rápida y decididamente las espaldas a los antiguos métodos de lucha para entregarnos a esta tarea generosa y fecunda, destinada a la rectificación fundamental de la vida de nuestro pueblo. (Nota: Abelardo Forero percibe este párrafo como un “mea culpa”, añadiendo que es la página más honrosa de su vida)

Si se me permite una declaración de índole personal he de decir que en las postrimerías de mi vida encuentro profundamente satisfactorio contribuir a la rectificación de los viejos sistemas que sólo desastres ocasionaron y dedicar por completo los débiles esfuerzos que aun me son posibles a la obra de reconciliación nacional, que os tiene como su experto ejecutor”.

El 20 de enero de 1962 Laureano Gómez hizo la última aparición de su vida pública. En un banquete que en el hotel Tequendama clausuraba la campaña electoral de 1962 improvisó las siguientes palabras:

"La posición política es una postura ante la vida que trata de sobrevivir contornos que representan la moralidad. Eso tiene que ser dirigido por la decisión, impulsado por la inteligencia, respaldado por un gran fervor. La convicción se define como un gran fervor, por la libertad, por el orden, por la justicia, por la probidad, que son los fundamentos básicos de la doctrina conservadora. Cualquiera de esos factores que falten hacen deficiente la convicción conservadora. Pero si todos ellos existen, hacen de la persona el conservador perfecto".

"Al final de una larga vida, miro hacia atrás y la veo constantemente consagrada a esos fundamentos y hoy los quiero, los conservo, los profeso y los defiendo como en los primeros años. Ustedes no se imaginan la satisfacción que eso produce: mirar hacia atrás y observar que toda la vida estuvo dedicada a una sola cosa, y que esa cosa es eminentemente buena para la patria. Les deseo éxito en la lucha venidera. Lo importante son los principios. Prolongación, permanencia, perpetuidad, de esos principios son mis deseos".

“No he podido olvidar su rostro anguloso, como modelado a machete por un encolerizado escultor, y los tremendos ojos color verde aceituna sobre la piel encendida, casi púrpura, en los que destellaba con el fuego de siempre el brío indomable del viejo león”. Carlos Lemos S.

La tumultuosa vida política eclipsó otras facetas, mucho menos conocidas, pero no menos brillantes: libros, ensayos, historia, filosofía, fluyeron recurrentemente de su pluma como un aporte magistral a la vida de un tiempo, que literalmente pasó, en ese período, de la mula al jet.

La Muerte

A las 2:10 de la tarde del 13 de julio de 1965, en su residencia de la carrera 15 No 38-00 de Bogotá, fallece Laureano Gómez, a la edad de 76 años. Lo acompañaban su esposa, la dama payanesa doña María Hurtado, y sus hijos Cecilia, Álvaro, Enrique, nueras, nietos y sus médicos de cabecera. Su otro hijo, Rafael, había fallecido en un accidente de aviación.

"Recomendaciones para mi familia y mis amigos en el caso de mi fallecimiento.

"Los avisos de defunción deben incluir la solicitud de que no se envíe ninguna clase de coronas.

"Los servicios religiosos serán en la iglesia parroquial o en la capilla del cementerio. Deben limitarse a lo estrictamente litúrgico, sin música ni canto.

"No se tolerarán cámaras ardientes, ni en edificios públicos ni en privados.

"No se tolerarán funerales costeados por el erario.

"No habrá discursos. " El Siglo" se limitará a un relato periodístico sin ninguna clase de juicios ni elogios.

"El cadáver se debe depositar en una bóveda común.

"Bogotá, 1 de diciembre de 1960.

Aunque casi todos sus deseos se cumplieron no faltaron las flores y el Estado rindió los honores que la Ley contempla para un ciudadano de su rango.

«Hace años adopté como norma de mi vida un principio sapientísimo leído en el libro admirable de La Imitación: «Ni porque te alaben serás mejor, ni peor por que te vituperen. Lo que eres, eso eres». He aquí por que no temo la crítica, sino que antes la incito y la provoco...Yo sé que mis palabras que de verdad, desasosiegan y encolerizan a los parásitos que viven de la savia de la República, encuentran eco en los corazones desinteresados y puros de los buenos ciudadanos... Eso me satisface. Eso me basta...».

Sus funerales no dejaron de ser un acontecimiento. Además de las autoridades nacionales, entre los muchos colombianos que acudieron a rendir tributo póstumo, se encontraban algunos de los personajes que protagonizarían la historia de los siguientes años, (No hay que decirlo se ve en las imágenes, entre ellos: Darío Echandía, Guillermo León Valencia, Belisario Betancur, María Eugenia Rojas, Alfonso López Michelsen, Julio César Turbay Ayala y por supuesto sus hijos Álvaro y Enrique). El pesar y la nostalgia eran evidentes, muchos sabían que su ausencia sería imposible de llenar. Se cerraba con su partida un capítulo en la historia de Colombia.

El poder del verbo es prodigioso. Trasciende las fronteras del tiempo. Se puede estar a favor o en contra de lo que se dice, como Albert Einstein argüía con genialidad, dependiendo de la posición del observador.

Pero al escudriñar al Monstruo desapasionadamente, se puede encontrar, no pocas veces, que donde se pretendía negro había blanco y donde falso: verdadero. Gómez tuvo la pretensión de hacer brillar la justicia que existe, en esencia, para garantizar la igualdad entre los seres humanos protegiendo a los débiles de los abusadores, tanto como, a los honrados de los tramposos.

Es una paradoja que en Colombia el carácter estelar en la política del siglo que termina fluyera con mayor densidad desde la aridez de la oposición que desde el Palacio de los presidentes. Quizás ello explique la característica de subdesarrollo que sigue determinando el destino de un país que amó u odió a un hombre, que además de “desatar tempestades”, tuvo la virtud de luchar por encontrarle un sendero cierto, aunque tristemente no definitivo, al camino del progreso y de la paz. Hay que decir que después del Frente Nacional a nadie han vuelto a matar por ser liberal o conservador, pero sí a muchos, por defender la verdad.

“Y hay quienes aprovechan esos signos de arrepentimiento nacional y de propósito de la enmienda, que en definitiva son el Frente Nacional, para decir que no ha servido para nada. Millares de colombianos le deben la vida aunque no lo sepan”. ALBERTO LLERAS CAMARGO

“No es la libertad la que nos conduce a la verdad, sino la verdad la que nos hace libres”.

“La libertad no es un hecho, la libertad no es un derecho siquiera. La libertad es una recompensa y sólo la disfrutan los que saben merecerla”.

Laureano Gómez 1889-1965



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